¿Cómo cambiará el uso de Big Data el análisis del mundo?
¿Qué importancia tiene un marco ético para la extracción y el uso de datos?
¿Cree que somos conscientes de las implicaciones de aceptar los términos y condiciones de los servicios digitales?
¿Considera que es necesario un debate global sobre ética digital?
¿Cómo mejora Telefónica sus políticas de gobernanza de datos?
¿Cuáles son las implicaciones económicas y sociales de la concentración de poder y datos en el sector tecnológico?
¿Cómo gestiona sus propios datos personales online?
Christoph Steck es Director de Políticas Públicas e Internet en Telefónica. Steck y su equipo analizan los cambios que la tecnología y la transformación digital están propiciando en la sociedad y proponen ideas sobre cómo abordarlos. Un ejemplo de ello es el nuevo Pacto Digital propuesto por Telefónica con el objetivo de hacer que nuestras sociedades y economías sean más sostenibles y digitales.
"Creemos que existe la posibilidad de utilizar la disrupción que ha causado la pandemia para hacer que nuestras sociedades sean más justas, más sostenibles e inclusivas mediante la digitalización. Sin embargo, esto no sucederá si no establecemos las Políticas Públicas adecuadas para asegurar que la la transformación, en última instancia, mejora las vidas de todos nosotros sin dejar a nadie atrás y nos ayuda también a luchar contra el cambio climático ”, explica.
¿Cómo cambiará el uso del Big Data el análisis del mundo, la forma en que se toman las decisiones empresariales y sociales?
Los datos están transformándolo todo, permitiendo que nos movamos a un ritmo que nunca hubiéramos imaginado. Es una herramienta esencial para la toma de decisiones no sólo en el sector empresarial sino también para mejorar la calidad de vida de las personas y promover el progreso de la sociedad, por ejemplo, hacia industrias, producción y agricultura más inteligentes y sostenibles.
Se estima que el total de datos creados, capturados, copiados y consumidos en el mundo mantendrá el crecimiento masivo que hemos visto en los últimos años, llegando a 149 zettabytes en 2024, según recientes investigaciones. Para situarnos, hace sólo 6 años, en 2015, creamos en todo el mundo alrededor de 15 zettabytes, 10 veces menos.
El auge del Internet de las cosas (IoT) aumentará rápidamente la cantidad de objetos conectados con sensores integrados, creando nuevas formas de mejorar nuestro mundo a través de conocimiento basado en datos. Los avances en la automatización y la inteligencia artificial (IA) utilizarán dichos datos y revolucionarán los procesos industriales, las cadenas de suministro y de valor actuales.
Hoy en día tenemos ya acceso a un mayor volumen de información que nunca y a posibilidades de hacer que nuestro mundo sea más eficiente, y esté mejor administrado e informado. En consecuencia, los datos se han convertido en un recurso valioso que puede enriquecer las experiencias de los usuarios y generar nuevas oportunidades, beneficiar a las empresas y facilitar el progreso de la sociedad en general.
Todo esto es algo que hemos podido vislumbrar en estos últimos meses de pandemia y lucha contra la COVID-19. Las aplicaciones basadas en datos han ayudado a mantener a las personas más seguras, mejor informadas y han ayudado a las administraciones públicas a evaluar la eficacia de sus medidas en tiempo real.
Creo que estamos empezando a comprender cómo podemos utilizar los datos para mejorar nuestras administraciones públicas, el transporte público y los servicios, pero también para producir bienes, proporcionar servicios o incluso cultivar y cosechar.
¿Qué importancia tiene un marco ético para la extracción y el uso de datos?
El uso de datos es y será una parte importante de nuestras vidas. Por ello mantener los datos privados y seguros es una piedra angular de cualquier sociedad y economía digital sostenible.
Dado el enorme valor de los servicios para las personas y la sociedad basados en datos, necesitamos garantizar un uso ético y basado en valores que incluyan responsabilidad y nuevas reglas de gobernanza, como la transparencia y más opciones para las personas.
Necesitamos pensar en formas de proporcionar a las personas un mejor control de sus datos. En realidad, creo que esta es la esencia del uso ético de datos: que se respeten los derechos digitales de las personas y que sus datos personales sean vistos como un reflejo de sí mismos como seres humanos dignos y con capacidad de autodeterminación. Creo que esta podría ser una visión positiva por la que deberíamos trabajar como sociedades democráticas y un fuerte contraste con otros escenarios distópicos y totalitarios.
¿Cree que somos conscientes de las implicaciones de aceptar los términos y condiciones de los servicios digitales? ¿Debería la gobernanza de datos permitir una mayor capacidad de decisión del usuario?
Hace unos años, los investigadores de la Universidad Carnegie Mellon calcularon que a una persona le llevaría un promedio de 76 días leer todas las políticas y avisos de privacidad con las que nos encontramos online en sólo un año. Supongo que hoy serían aún más si pensamos en todas las aplicaciones que tenemos instaladas en nuestros teléfonos móviles.
Obviamente, este volumen de información y datos es inmanejable para cualquier usuario y la gente termina aceptando todos los términos y condiciones de privacidad sin realmente leer o comprender lo que implica ese «marcar en la casilla».
Aunque en Europa el GDPR ha mejorado claramente la protección de datos y está sentando un precedente para el resto del mundo, en realidad no ha cambiado mucho en ese sentido. Eso demuestra que depender únicamente de las reglas de protección de datos no es suficiente, y se necesita un nuevo modelo de gobernanza de datos.
A los usuarios se les deben ofrecer mejores posibilidades de gestión y control de sus datos personales, lo que implica permitir un acceso más dinámico y fácil a sus datos y a información adicional sobre riesgos y beneficios asociados a su gestión.
Además, deben ofrecerse opciones reales sobre cómo se utilizan sus datos de forma más granular, evitando el «aceptar todo o nada» que prevalece actualmente en los servicios digitales. Finalmente, todos los datos deben estar seguros y la privacidad de los usuarios debe preservarse durante todo el proceso de manejo de datos.
¿Considera que es necesario un debate global sobre ética digital?
Estoy convencido de que mejorar en estos aspectos y poner a las personas y sus derechos en el centro a la hora de diseñar servicios digitales, mejorará con el tiempo la confianza, lo ayudará a su vez a la implementación de servicios basados en datos.
Es importante contar con iniciativas como Digital Future Society porque necesitamos más debate y reflexión sobre estos temas. La pandemia ha acelerado la digitalización de nuestras vidas y estoy convencido de que algún día los historiadores del futuro identificarán 2020 como el año en que finalmente nos convertimos en sociedades digitales.
Al mismo tiempo, nuestros legisladores se han centrado con razón en la lucha contra el virus y nuestras políticas y regulaciones simplemente no están al día con el nivel de digitalización de nuestras vidas.
Por lo tanto, la necesidad de discutir, definir y modernizar las políticas es mayor que nunca y debe ocurrir lo más rápido posible o esta brecha entre nuestras realidades digitales y políticas analógicas obsoletas creará problemas importantes.
¿Cómo mejora Telefónica sus políticas de gobernanza de datos?
Contamos con varios instrumentos para salvaguardar nuestro compromiso con la privacidad de nuestros clientes. Una es nuestra Política de Privacidad Global, que establece las pautas generales no sólo para el cumplimiento de la ley en cada país en el que operamos, sino que también configura un estándar general común para todas las empresas en materia de privacidad. Además, también contamos con el Modelo de Gobernanza para la Protección de Datos, que define el marco estratégico, organizacional y operativo para la gestión y protección de datos personales.
En cumplimiento del Reglamento General de Protección de Datos de la UE, Telefónica cuenta también con un Delegado de Protección de Datos que supervisa y es responsable del Modelo de Gobierno de Protección de Datos del grupo y reporta directamente al Consejo de Administración.
Aparte de la protección de datos, para mí una de las cuestiones más relevantes es cómo podemos garantizar que utilizamos la Inteligencia Artificial de forma ética y evitar, por ejemplo, sesgos injustificados.
Me enorgullece decir que fuimos una de las primeras empresas del mundo en establecer unos principios de Inteligencia Artificial propios para garantizar que esta increíble tecnología tiene un impacto positivo en la sociedad.
Desde 2018 estos principios se aplican al diseño, desarrollo y uso de todos los servicios de IA de nuestra empresa. Basándonos en cinco principios clave, nos aseguramos de que la IA ofrece resultados justos y no discriminatorios y que su uso es transparente y comprensible, lo que significa que los usuarios saben cuándo están actuando con un sistema de IA, qué datos se están utilizando y con qué propósito.
Tales políticas y principios internos son muy importantes para asegurar que la tecnología esté centrada en el ser humano y que generemos confianza en nuestros servicios, lo cual es muy importante para la aceptación general de la digitalización.
¿Cuáles son las implicaciones económicas y sociales de la concentración de poder y datos en el sector tecnológico?
En la Unión Europea, las políticas de antimonopolio y competencia se han guiado históricamente, entre otras cosas, por la idea de justicia y equidad al dejar los mercados abiertos a la competencia y la innovación para todos.
Además de razones económicas, existe un pensamiento basado en el valor consistente en que es bueno y justo que los famosos «dos tipos en el garaje» puedan innovar y desafiar las órdenes de mercado establecidas.
Desde la década de 1950 los mercados tecnológicos están especialmente llenos de disruptivas historias de éxito pero, tal y como han demostrado investigadores como Mariana Mazzucato, muchos de los saltos de innovación tecnológica subyacentes fueron respaldados por la intervención del gobierno, por la regulación y las políticas, y no solo por empresas privadas.
Podría decirse que Silicon Valley no existiría hoy sin las intervenciones antimonopolio que obligaron a AT&T a mediados del siglo XX a invertir parte de sus ganancias monopolísticas en investigación y desarrollo, y después a abrir las patentes de estos famosos «Bell Labs» a otras empresas.
Las economías y sociedades digitales basadas en datos son aún incipientes y necesitamos encontrar las políticas y regulaciones adecuadas del siglo XXI que equilibren los diferentes valores y derechos en juego.
Los marcos regulatorios actuales se han visto claramente superados por la velocidad de la digitalización y no se han adaptado lo suficientemente rápido a las nuevas realidades de los mercados bilaterales y los modelos comerciales digitales basados en datos.
Los formuladores de políticas se han dado cuenta recientemente de las dificultades de generar un campo de juego equitativo para los servicios tanto tradicionales como nuevos en lo que respecta a impuestos, privacidad, seguridad o protección al consumidor.
Si bien deberíamos evitar hacer “legislación por indignación” y asegurarnos de que se preservan los muchos beneficios que los servicios digitales han brindado a nuestras sociedades, debemos abordar ese problema con prioridad.
Es importante crear condiciones justas e iguales para todos desde el punto de vista moral, pero creo que es aún más relevante asegurarse de que todas las personas perciban que tienen la posibilidad de usar, innovar y, en última instancia, beneficiarse de la digitalización. Esa percepción será clave para la aceptación de los cambios que se están produciendo y los muchos que ocurrirán próximamente, por ejemplo en lo que respecta al futuro del trabajo.
Por último, ¿cómo gestiona sus propios datos personales online?
Diría que trato de administrar mis datos personales y mi privacidad lo mejor que puedo. Tengo, por ejemplo, configuraciones personalizadas y restrictivas de privacidad para aplicaciones o cuentas de redes sociales. Sin embargo, a veces la única forma de tener privacidad es evitar que la información esté en línea.
Por ejemplo, nunca he publicado una foto de mis hijos y también les he pedido a mis amigos que respeten esa decisión.
Creo que, como sociedades, estamos en un gran viaje colectivo de aprendizaje y estoy convencido de que en el futuro veremos mucha más diferenciación también en el uso de datos.
Hay muchas formas de ofrecer servicios digitales y el uso de datos y la privacidad pueden ir de la mano. Para mí, no tiene mucho sentido que las personas quieran zapatillas o ropa personalizadas, pero se vean obligadas a aceptar el mismo nivel de privacidad para las aplicaciones y servicios digitales. En este sentido, es obvio que una misma solución no sirve para todos porque no existe un usuario único, sino varios.
Estoy convencido de que las empresas lo están entendiendo mejor y, en el futuro, ofrecerán modelos mucho más diferenciados de uso de datos y privacidad a las personas. Yo, por mi parte, uso y valoro muchos servicios y aplicaciones digitales, pero a menudo sería más feliz pagando con dinero en lugar de con mis datos. Y creo que no soy el único.