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La ciudad conectada se concibe como una ciudad eficiente, segura y que mejore la vida de quienes la habitan. Esa permanente conectividad es lo que permite que los elementos urbanos se hablen entre si, mientras a su vez, esa urbe que nunca duerme, se muestra vigilante a cualquier incidencia. Esa vigilancia incansable tiene enormes beneficios, pero también muchos riesgos. Y la línea entre el control y el espionaje es muy difusa. Ciudades de todo el mundo ya cuentan con cámaras que generan polémicas entre sus ciudadanos por no entender por qué se les vigila 24/7. Todos conocemos casos como el de China, que ya cuenta con un sistema de vigilancia que sirve para catalogar a sus ciudadanos; apuntándolos y clasificándolos como buenos o malos ciudadanos. Pero ese anhelo de control total no sólo ocurre en China. Ya se perciben señales de ello en distintas ciudades norteamericanas, en Reino Unido, Alemania, India y tantos otros.
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