China y Europa están elaborando diferentes modelos para controlar cómo la IA afecta a la sociedad; uno de ellos prevalecerá.
El paradigma de la sociedad clásica ha cambiado mucho en las últimas décadas en cuanto al control, seguridad y vigilancia de los países sobre sus habitantes con el auge de la tecnología y, en concreto, de la Inteligencia Artificial, el último gran salto de la informática. Lo que nos pareció ciencia ficción, algo sacado de Minority Report, llegó a nuestras vidas antes de lo esperado.
Pero, ¿qué entendemos exactamente por “Inteligencia Artificial”? La IA se refiere, en términos generales, a cualquier comportamiento similar al humano mostrado por una máquina o sistema; en su forma más básica, las computadoras están programadas para «imitar» el comportamiento humano utilizando una gran cantidad de datos de ejemplos anteriores de comportamiento similar. Como podrían argumentar sus diseñadores, la IA puede optimizar los procesos comerciales, completar tareas más rápido, eliminar el error humano y mucho más.
Por supuesto, la IA no piensa por sí misma; un individuo tiene que darle instrucciones y alimentarla de datos para que, a partir del análisis de esa información, pueda tomar decisiones contrastadas, impersonales, sin emociones.
Este es el tema principal: quién da instrucciones a la IA, para qué y si es cierto que las máquinas son infalibles. Ya sea una marca que busca vender productos o servicios a audiencias o un gobierno que busca controlar el crimen, la IA sigue siendo un sistema maleable y potente que puede traspasar cualquier frontera con respecto a la privacidad y el control de nuestra información.
Reconocimiento facial: dilemas éticos
Uno de los escollos más importantes de la IA es el reconocimiento facial, una tecnología ampliamente utilizada por el gobierno chino, uno de sus mayores partidarios.
En 2019, IHS Markit predijo que habría mil millones de cámaras de vigilancia en todo el mundo para 2021. Según el mismo informe, el 54% de las cámaras del mundo están ubicadas en China; eso son unos 540 millones de cámaras de CCTV. Estas cámaras, ubicadas en las calles de todas las grandes ciudades del gigante asiático, pueden identificar personas, géneros, etnias e incluso comportamientos específicos, así como posibles peleas; así fue como las cámaras de las empresas Hikvision y Dahua, parcialmente controladas por la red estatal china, lograron “apuntar” a millones de musulmanes uigures mediante el uso de software para “comportamientos sospechosos”.
Se trata de cámaras de la misma marca y tecnología que ahora se están implementando en Reino Unido; el 73% de los ayuntamientos de todo el Reino Unido, el 57% de las escuelas secundarias de Inglaterra y el 60% de los NHS Trusts utilizan sistemas de CCTV fabricados por las dos empresas chinas, al igual que varias universidades y fuerzas policiales, según Forbes. Ahora, parlamentarios de distintos partidos ingleses piden retirar estos sistemas por las discutibles implicaciones de las empresas manufactureras en la limpieza étnica de los uigures y, sobre todo, por el problema de seguridad nacional que pueden suponer si China puede acceder a tantos datos sobre la ciudadanía del Reino Unido.
El modelo chino vs el modelo europeo
En nombre de la lucha contra el terrorismo, el gobierno chino sigue a sus habitantes incluso en sus momentos más privados: en Dongguan, en el sur de China, los dispensadores de papel higiénico que utilizan reconocimiento facial fueron retirados de los baños públicos tras la indignación pública.
Ya sea una marca que busca vender productos o servicios a audiencias o un gobierno que busca controlar el crimen, la IA sigue siendo un sistema maleable y potente.
El modelo chino es de ultra vigilancia, mientras que el modelo europeo, que trata de unir a los países miembros bajo unas mismas pautas, trata de proteger la privacidad de los ciudadanos. China busca restringir la influencia ideológica y de tendencias que pueden tener estos algoritmos una vez que ya están en el mercado; Europa, por su parte, quiere que las tecnologías sean auditadas, reguladas y controladas antes de tener contacto con la sociedad, cuya libertad quiere proteger.
Los dos poderes comienzan a trabajar en regulaciones para guiar el comportamiento de las empresas de IA en el mercado. Sin embargo, regular una tecnología como esta a nivel estatal es como poner una valla en el mar. A dos normativas diferentes les resultará muy difícil coexistir en un mismo mundo digital porque creará dos mundos paralelos de IA en los que el funcionamiento, el diseño y la concepción de la tecnología serán diferentes, si no opuestos.
Cabe preguntarse… ¿quién ganará la carrera por controlar la Inteligencia Artificial? ¿Cómo influirá esto en el futuro de la humanidad y la tecnología? Es pronto para tener respuestas, pero es el momento de hacer las preguntas.
A dos normativas diferentes les resultará muy difícil coexistir en un mismo mundo digital porque creará dos mundos paralelos de IA en los que el funcionamiento, el diseño y la concepción de la tecnología serán diferentes.