¿Qué es el activismo digital?
¿Cuáles son las plataformas de ciberactivismo más utilizadas?
¿Cómo ha transformado la pandemia el activismo digital?
¿Cuál es su efectividad del activismo online?
¿Cuál ha sido el movimiento de activismo digital más importante hasta el momento?
¿Cómo afecta el modelo de negocio de las redes sociales al activismo digital?
¿Funcionan iniciativas como change.org?
¿Qué impacto tiene el slackactivism o activismo de hashtag?
¿Cómo de importante es el activismo digital para Amnistía Internacional?al?
Maribel Tellado García trabaja en Amnistía Internacional España desde el año 2007. Como Responsable Adjunta del Departamento de Campañas para la Movilización, tiene entre sus responsabilidades la de coordinar las campañas globales de Amnistía Internacional, que son la prioridad de la organización a nivel mundial, e impulsar la movilización estratégica de la organización en todo el territorio español.
"La capacidad que tiene el entorno digital para movilizar a cientos de miles de personas por una misma causa es muy poderosa. A veces su impacto es tan radical que puede representar la diferencia entre la vida y la muerte".
¿Qué es el activismo digital y cuáles son sus principales manifestaciones hoy en día?
El activismo digital se basa en utilizar Internet como un instrumento para movilizar a la opinión pública en defensa de diferentes causas.
Desde que empezaron las primeras ciberacciones esta forma de activismo ha crecido muchísimo y se ha enriquecido con nuevas opciones, especialmente con la aparición de las redes sociales.
Éstas tienen en cierto modo el potencial de poner al mismo nivel a las personas que las utilizamos y a quienes tienen el poder de tomar decisiones, sean gobernantes, responsables de empresas, representantes de partidos políticos u otros. Son como una puerta siempre abierta a sus despachos que permite a la gente llegar a las autoridades en tiempo real para ejercer presión o generar ruido y forzarlas a posicionarse en un determinado tema.
En ocasiones, cuando ponemos en marcha acciones de envío de e-mails o ciberacciones que llegan directamente a la cuentas de correo de una embajada, un ministerio o un gobierno de un determinado país, éstos pueden bloquear la entrada de dichos e-mails. En el caso de las redes sociales las instituciones a las que nos dirigimos tienen más complicado cerrar unos perfiles que son su tarjeta de presentación y su vía de comunicación con el mundo exterior.
¿Cuáles son las plataformas de ciberactivismo más utilizadas?
Todas las redes son valiosas para el activismo y cada una tiene su especificidad.
Twitter, por su inmediatez y capacidad de multiplicar un mensaje de manera exponencial, se ha convertido en una plataforma esencial para acciones que requieren una respuesta rápida e implicar al mayor número de gente en el menor tiempo posible.
Facebook se ha revelado como un canal especialmente interesante para organizarse en grupos de interés de forma más estable.
Instagram tiene la potencia de las imágenes como elemento provocador o motivador que facilita que las personas se identifiquen con una causa a primera vista.
TikTok, cuyo principal público usuario son niños, niñas y adolescentes, puede ser también una herramienta muy interesante no sólo para su movilización sino también para luchar contra los abusos específicos que sufren o que se ven agudizados en el caso menores.
Las acciones que al principio se promovían a través de SMS siguen existiendo, pero se han ido trasladando a servicios de mensajería actualmente más populares como WhatsApp o Telegram. Éstos, si bien tienen limitaciones en términos de alcance si las comparamos con Twitter, son canales con un gran poder de multiplicación de acciones porque utilizan nuestra red de contactos personales, los cuales pueden ser más afines y estar más a favor de impulsar nuestras causas.
El uso de memes, imágenes, GIFS animados y humorísticos favorecen la viralización y llegar a más gente. La campaña #GIFSanidad de Amnistía Internacional es un ejemplo de ello y en una acción reciente contra la violencia sexual en España promovimos el uso de memes al estilo del de Bernie Sanders en la toma de posesión del presidente Biden.
¿Cómo ha transformado la pandemia el activismo digital?
Nos ha obligado a innovar y poner aún más peso en el activismo digital. Plataformas inicialmente pensadas para comunicarse y reunirse se han utilizado también como herramienta para el activismo digital.
En Zoom se han convocado huelgas, concentraciones, manifestaciones digitales y acciones simbólicas de fotografías o vídeos con carteles o mensajes reivindicativos. Un ejemplo fue la acción a favor de los derechos de las mujeres en Polonia #ProtestAtHome, cuyo lema habla por sí solo.
Y hemos incorporado los códigos QR al activismo, aprovechando que nos hemos visto en la obligación de instalarlos para acceder a las cartas y menús de bares y restaurantes. Este fue un elemento fundamental en la acción #FreeSaudiWomen que impulsamos sobre las activistas encarceladas por defender la igualdad en Arabia Saudí, aprovechando la reunión del G-20 en noviembre del año pasado.
Una faceta muy interesante y tal vez menos conocida del activismo digital está orientada a que la gente colabore, desde sus ordenadores o sus móviles, en las investigaciones de abusos contra los derechos humanos que hacemos en Amnistía Internacional. Es un proyecto en el que más de 50.000 de activistas digitales de 150 países colaboran en el análisis de datos, mensajes de redes sociales, imágenes por satélite o documentos.
A través de imágenes de satélite ayudaron, por ejemplo, a identificar ataques dirigidos contra civiles en aldeas en remotas zonas rurales de Darfur (Sudán) o a identificar más de 11.000 edificios destruidos en Raqqa, Siria, como consecuencia de los bombardeos de las fuerzas de coalición lideradas por Estados Unidos.
El proyecto #ToxicTwitter consistió en analizar tweets enviados a más de 1.000 mujeres políticas y periodistas en Estados Unidos, Reino Unido e India, identificando mensajes discriminatorios y violentos contra ellas
¿Cuál es su efectividad del activismo online y está llevando a cambios reales en el mundo?
La capacidad que tiene el entorno digital para movilizar a cientos de miles de personas por una misma causa es muy poderosa. A veces su impacto es tan radical que puede representar la diferencia entre la vida y la muerte. El verano pasado un tribunal de Sudán del Sur anuló la condena a muerte de Magai Matiop Ngong, un niño en el momento del delito. Es probable que este menor no se hubiera librado de la horca de no ser por las más de 765.000 personas de todo el mundo que se solidarizaron con él mediante acciones online.
En Estados Unidos, la brutalidad policial contra personas negras generó una ola de indignación mundial contra el racismo en las redes sociales y en apoyo al movimiento #BlackLivesMatter, que sin duda contribuyó a lograr importantes avances. Mediante una orden ejecutiva el presidente Trump fomentó la creación de incentivos para limitar el uso de llaves de presa como la que mató a Floyd, así como una base nacional de datos sobre denuncias por uso excesivo de la fuerza por parte de la policía.
Algunas fuerzas policiales estatales y municipales emprendieron reformas parciales, entre ellas la suspensión del uso de algunas armas para el control de multitudes, como el gas lacrimógeno, y el Ayuntamiento de Mineápolis prometió disolver el cuerpo de policía y sustituirlo por instituciones de seguridad pública más eficaces.
La campaña en Argentina para legalizar el aborto se hizo viral, sumando apoyos en el mundo entero. Numerosos movimientos y organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres de todo el mundo apoyaron la causa y, finalmente, se logró despenalizar el aborto.
En su opinión, ¿cuál ha sido el movimiento de activismo digital más importante hasta el momento?
Sin ninguna duda ha sido #MeToo. Este movimiento que surgió en Estados Unidos denunciando la violencia sexual en el mundo del cine no solo logró que mujeres famosas que nunca antes se habían atrevido dieran un paso al frente y reconocieran haber sido víctimas de abusos por parte de poderosos hombres del negocio del cine, poniendo fin a decenios de impunidad, sino que sentaron un precedente que se extendió como la pólvora en el mundo entero. Dio valor a mujeres de todos los rincones del planeta para denunciar esta forma de violencia de género, hasta entonces masivamente silenciada.
En Europa, sin el impulso del movimiento #MeToo probablemente hubiera sido más difícil lograr el avance de los últimos tres años hacia leyes que dejen claro que el sexo sin consentimiento es violación.
Un goteo de países se van sumando a este gran avance y modificando su legislación al respecto para reforzar la protección de las mujeres ante esta forma de violencia. Dinamarca y los Países Bajos, han sido los últimos. España está en proceso de sumarse.
Pero tampoco podemos olvidar a #FridaysForFuture, el movimiento climático global y juvenil iniciado por Greta Thunberg que se ha expandido a través de las redes sociales y cuyas protestas tanto presenciales como digitales contra los líderes mundiales que no actúan con urgencia contra el cambio climático han logrado movilizar a millones de jóvenes estudiantes en todo el mundo.
El impacto de este movimiento es tan importante que en lugares como Filipinas ha contribuido a llevar justicia a las víctimas de las crisis climática, pues la Comisión de Derechos Humanos anunció que 47 grandes empresas del sector de los combustibles fósiles podrían tener que rendir cuentas por violar los derechos de la ciudadanía debido a los daños causados por el cambio climático.
En un artículo de Manal Al-Sharif en el NYTimes, la activista Saudí explicaba cómo las mismas herramientas que han permitido crecer a muchos movimientos de protesta en Oriente Medio han facilitado también la persecución y silenciamiento de quienes los apoyan. Mencionaba concretamente el servicio prepago de Twitter que permite obtener todo el historial de tuits de una persona, herramienta perfecta de vigilancia para regímenes autoritarios. ¿Cómo afecta el modelo de negocio de las redes sociales al activismo digital?
Lamentablemente es cierto que las redes sociales también pueden ser un lugar peligroso para las personas que se atreven a alzar su voz. Escribir blogs, publicar en Facebook, en Twitter, en Instagram o en YouTube puede ser arriesgado cuando los gobiernos quieren reprimir el activismo y la libertad de expresión, y numerosas personas sufren persecución por su activismo digital.
Un caso reciente es el de Yulia Tsvetkova, una joven artista y directora de escena rusa que fue detenida y está acusada de absurdos cargos de “producción y difusión de materiales pornográficos” por publicar unos dibujos y fotografías del cuerpo de la mujer en redes sociales, dentro de su campaña de empoderamiento de las mujeres.
¿Funcionan iniciativas como change.org?
Desde luego es muy positivo que haya plataformas que permiten que cualquier persona puede convertirse de manera sencilla en promotora de activismo a favor de aquellas causas que le son importantes o le afectan de manera particular. Tal vez la iniciativa más conocida es la del chico de 14 años que logró suprimir las pruebas de ESO y Bachillerato que había impulsado el entonces Ministro de Educación, Juan Ignacio Wert.
Las redes sociales también facilitan esas iniciativas particulares y logran poner en marcha campañas exitosas que parten de personas anónimas. Un ejemplo muy conocido fue el reto del cubo de agua helada (Ice Bucket Challenge de 2014) que impulsó un exjugador universitario de béisbol de Boston a quien le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, ELA. Consiguió concienciar y recaudar millones de dólares para las asociaciones que tratan la enfermedad.
Según el informe The Critical Periphery in the Growth of Social Protests realizado por investigadores de Oxford, NY University y University of Pennsylvania, los llamados feel-good activists o slackativists - en referencia a los activistas que se limitan a adherirse a causas vía redes sociales- son tan importantes como los activistas más comprometidos en el núcleo de las protestas en la difusión del mensaje. ¿Está de acuerdo?
Creo que términos como “activistas para sentirse bien” o “activistas holgazanes” para referirse al activismo digital no sólo son peyorativos sino que no reflejan el interés real que tiene la gente en apoyar causas justas. Una persona que dispone de poco tiempo y lo dedica a firmar una ciberacción o a participar en acciones online es igualmente valioso que otra que dispone de más tiempo y puede apoyar dicha causa por otros medios que requieren mayor disponibilidad.
Cualquier persona tiene derecho a participar en la construcción de un mundo mejor.
En Amnistía Internacional tenemos activistas que son únicamente digitales y dedican mucha energía y esfuerzo a esta forma de movilización.
¿Cómo de importante es el activismo digital para Amnistía Internacional?
Mucho. Amnistía Internacional fue pionera en el uso de esta herramienta hace ya casi 20 años, cuando recogimos la impresionante cifra de 2,300.000 firmas online para impedir que dos mujeres fueran lapidadas en Nigeria. Era 2002 y se logró que ambas, Safiya Yakubu Hussaini y, poco después, a Amina Lawal, fueran absueltas.
Hay que recordar que nuestra organización nació en 1967, cuando el fundador, Peter Benenson escribió un artículo en el que pedía que gente de todo el mundo escribiera cartas en favor de unos estudiantes portugueses encarcelados por brindar por la libertad.
Hoy en día seguimos promoviendo el envío de cartas pero éstas se escriben en su mayoría en un ordenador y se envían por email, o simplemente se firman para que una aplicación las mande a su destinatario. Sólo en lo que va de año llevamos recogidas unas 270.000 firmas en la web actuaconamnistia.org y eso sólo en España.
Además, el entorno digital no solamente es en sí mismo un espacio para la acción sino que además ayuda a multiplicar y hacer de altavoz al activismo de calle.