¿Cuáles son los sesgos más generalizados en la investigación y la práctica de los servicios sociales?
Dado que la industria tecnológica está dominada por hombres jóvenes y blancos, ¿qué tipo de sesgos puede esto generar?
¿Qué impacto tienen estos sesgos en los sistemas sociales para la infancia?
¿Hace falta una perspectiva femenina y feminista en el análisis de los sesgos de género de los servicios sociales?
¿Cómo podemos asegurarnos de que los servicios sociales digitales son igualitarios en lo referente a la infancia?
¿Y cómo podemos asegurarnos de que los servicios sociales son igualitarios en términos de género?
Finalmente, ¿cuáles son las buenas noticias de la digitalización de los servicios sociales para la mujer?
Kristin Heffernan es profesora de la Facultad de Trabajo Social en el Brockport College de la State University of New York y doctora en Trabajo Social por el Boston College. Es una de las principales expertas en sesgo de género en políticas y servicios sociales y ha sido miembro de la Coalición contra la Violencia Doméstica de Massachusetts. También ha impartido clases en la Universidad de Londres desde 2003 a 2009, por lo que su visión es global. Para ella, el diálogo es fundamental para la consecución de la igualdad: “Los hombres han de percibirlo no como la pérdida de poder, sino como la oportunidad de mejoras para todos”.
¿Cuáles son los sesgos más generalizados en la investigación y la práctica de los servicios sociales?
Los sesgos de género y raza derivados de creencias históricas son complejos y se solapan. Los encontramos tanto en la legislación relacionada con la división del trabajo como en las condiciones laborales.
Por ejemplo, en los Estados Unidos la Personal Responsibility and Work Opportunity Act (PRWORA) sustituyó la Ayuda a Familias con Menores Dependientes, que era un derecho para aquellos que reunían las condiciones, por una nueva ayuda que no lo establece como derecho, limitando el número de personas que lo reciben. La gran mayoría de los solicitantes son mujeres.
Los subsidios sociales en muchas naciones capitalistas están condicionados por la participación en el mercado de trabajo. De esta forma las mujeres a menudo se encuentran limitadas a la hora de recibir ayudas dado que son mucho más proclives a interrumpir su vida laboral para cuidar de otros, sea niños o adultos.
Además, en todas las familias, pero sobre todo en las de madres solteras, cuando es necesario trabajar para recibir ayudas, falta también leyes dirigidas a bajas maternales y parentales así como al acceso al cuidado de niños asequible y de calidad.
El hambre, la violencia y la pobreza afectan a las mujeres de forma desproporcionada. En muchas sociedades vemos los efectos de políticas sesgadas en términos de género en lo relacionado a la violencia, el cuidado de personas y los derechos sobre el propio cuerpo.
¿Persisten en el estado de bienestar social digital? Dado que la industria tecnológica está dominada por hombres jóvenes y blancos, ¿qué tipo de sesgos puede esto generar?
No cabe duda de que muchos de estos problemas persisten en el estado de bienestar social digital dado que provienen de sistemas de gobierno patriarcal tanto históricos como contemporáneos. Los patrones globales que promueven la discriminación basada en creencias sobre la inferioridad de las mujeres, minorías y otras categorías sociales siguen jugando un papel fundamental en cómo se trata a las mujeres (Zhao & Lounsbury, 2016).
Dado que la industria tecnológica está dominada por hombres jóvenes y blancos, creo que los sesgos persistirán.
¿Qué impacto tienen estos sesgos en los sistemas sociales para la infancia?
Si bien no creo que toda tecnología sea mala o dañina, sí que creo que reformar todos los sistemas sociales para hacerlos digitales tiene muchas desventajas, sobre todo para aquellos que buscan ayudas sociales. Dichos sistemas presuponen que las personas que solicitan dichas ayudas tiene la capacidad de usar un ordenador y acceso al mismo, y que el software tiene la capacidad de recopilar la información necesaria para tomar la decisión justa sobre la adjudicación de dichas ayudas.
Más aún, sistemas exclusivamente digitales pueden hacer que aquellos sin los conocimientos informáticos necesarios dejen de solicitar ayudas. Además, necesitar un ordenador puede hacer también que resulte más difícil recurrir decisiones legales adversas.
Además, aunque se supone que ahora es más fácil recopilar información de diferentes fuentes para crear un historial digital de una persona, la información se puede perder o incorporar de manera deficiente al sistema. Esto podría hacer saltar alarmas donde no las hay o justo al contrario poniendo a una persona en peligro o a otras en el proceso.
Lo mismo vale para los sistemas que se establecen para recopilar datos para la toma de decisiones sobre la concesión de ayudas sociales. Cualquier sistema que se crea sin la garantía de que será libre de barreras puede discriminar un grupo. No sólo se trata de tener un ordenador, se trata de tener el tiempo para usarlo y los conocimientos, así como ser consciente de la necesidad de rellenar encuestas. Además, información deficiente o incorrecta puede llevar a la retirada de fondos para determinados temas, dejando a los más necesitados sin recursos.
¿Hace falta una perspectiva femenina y feminista en el análisis de los sesgos de género de los servicios sociales?
Los roles tradicionales femeninos hacen a la mujer responsable del cuidado de los niños y por tanto culpable cuando las cosas van mal (Risley-Curtiss & Heffernan, 2003; Park et al., 2015; Russo, 1976). Estos sesgos se siguen manifestando en la investigación sobre sistemas sociales para la infancia, su puesta en práctica y las políticas creadas.
De hecho, la culpabilización de la mujer es rampante en el lenguaje y las acciones objeto de las investigaciones en este campo. Las madres sufren una enorme pérdida de confidencialidad y una intrusión pública muy importante cuando los Servicios de Protección a la Infancia se involucran (Sykes, 2011).
La tasa de mujeres a las que se hace responsables de fallos en el cuidado de los hijos es desproporcionada en relación con la de hombres (May-Chahal, 2006; Strega et al., 2013). Henry et al. (2020) señalan que los estereotipos de género de los trabajadores sociales juega un importante papel y que las expectativas que tienen respecto a los distintos géneros juegan un papel importante en casos de protección a la infancia.
Creo fervientemente que aunque los servicios sociales para la infancia pretenden proteger y asistir a los menores, también castigan en el sentido de que disciplinan y dan forma al comportamiento de población pobre de grupos raciales y de género concretos. Dicho esto, creo que excluir a los padres de los sistemas sociales también es un problema que hay que abordar.
¿Cómo podemos asegurarnos de que los servicios sociales digitales son igualitarios en lo referente a la infancia?
El uso de tecnología en los servicios sociales para la infancia es una industria cada vez mayor y como todo fenómeno emergente plantea una serie de desafíos. Es necesaria una mayor investigación en el impacto de la tecnología y cómo las agencias o el personal de los servicios sociales gestionan dichos desafíos desde el punto de vista ético y práctico. Las instituciones necesitan así mismo contar con la tecnología actualizada y los programas para acceder a la información necesaria en cada momento. Los trabajadores sociales necesitan tener acceso a información sobre el niño en casos de protección, pero hay consideraciones éticas en relación a la privacidad y la confidencialidad que también necesitamos tener en cuenta.
Así mismo, ¿existe tecnología que nos ayude a garantizar que los padres no son pasados por alto en los procesos? Sabemos que el gobierno federal de los Estados Unidos está tomando medidas para presionar a los estados para que impliquen a padres en los casos de menores, con medidas como la identificación y la involucración de padres no residentes.
¿Y cómo podemos asegurarnos de que los servicios sociales son igualitarios en términos de género?
Si bien asegurarnos de que las mujeres están involucradas en el desarrollo de la tecnología es importante para esa igualdad, la implicación de las mujeres en el sistema de toma de decisiones es igual de importante.
También diría que es necesario insistir en el mensaje de los beneficios de la igualdad de género. Si se diera este tipo de debate, las personas en puestos de liderazgo podrían transformar la cultura de aceptación de e indiferencia hacia la desigualdad de género, aumentando la curiosidad de los otros hacia qué sucedería si existiera esa igualdad.
Quizás el diálogo podría animar a todos a ser parte de la solución. De otro modo, los hombres tienen la sensación de que la igualdad de género significa perder los privilegios masculinos o perder poder en lugar de ganar nuevas perspectivas.
Por último, creo que no podemos infravalorar el poder de la ideología de género. Vivimos en un mundo que se ha visto condicionado a creer en roles de género muy específicos para los hombres y las mujeres. E incluso entre aquellas personas más abiertas a desafiar dichos roles, los sesgos pueden contribuir a que las acciones que lleven a cabo no siempre encajen con su mensaje. Tanto las palabras como los hechos perpetúan la desigualdad de género. Por eso es importante no sólo asegurarnos de que las mujeres están físicamente presentes y representadas en todos los aspectos de la sociedad, sino que las conversaciones sobre la implicación de la mujer en todos los aspectos de la sociedad es, y puede ser, beneficioso para todos.
Finalmente, ¿cuáles son las buenas noticias de la digitalización de los servicios sociales para la mujer?
Puede influir en el desarrollo de nuevas y mejores formas de paliar las necesidades de los más vulnerables en nuestra sociedad y aumentar la efectividad al proveer servicios sin prejuzgar. Sin embargo, todavía hace falta investigación para llegar a este punto.